Dave Riley
Green Left Weekly
Traducido para Rebelión por Germán Leyens
Riley:
¿Cómo compararía el movimiento contra la guerra de Vietnam
de los años 60 con el movimiento actual contra la guerra de EE.UU.
en Irak?
Ali: El movimiento contra la guerra de los años 60 no fue simplemente
un movimiento contra la guerra. También fue un movimiento que ansiaba
la victoria de uno de los lados, que quería que ganaran los vietnamitas.
Así que eso le dio un brío adicional. La gente sabía
de qué lado estaba. Fue ultra-radical por ese motivo.
El movimiento contra la guerra que hizo erupción antes de la guerra
de Irak fue ciertamente más amplio y mucho más grande. Si se
juntaran todas las manifestaciones por Vietnam y se sumaran en el ámbito
global, en el caso de Irak fue 100 veces mayor. Pero, no fue un movimiento
a favor de un lado -porque nadie en el movimiento contra la guerra apoyaba
a Sadam Husein- fue más bien un movimiento que trató de detener
una guerra que muchos consideraban como totalmente injustificada.
Y no sólo injustificada, sino que las razones para ella fueron
ocultadas en su totalidad ante el público por los gobiernos de EE.UU.
y Gran Bretaña. No se trataba de armas de destrucción masiva.
Se trataba de capturar un país productor de petróleo con un
régimen que era muy hostil a Israel, que estaba proporcionando dinero
a los palestinos. Esos fueron los motivos para esa guerra - además
de que era una manera de mostrar lo que es el poder imperial y lo que puede
hacer.
La gente sintió que se le estaba mintiendo. No la convencía
esa guerra. Sentía que era irracional. Eso explica la dimensión
de las movilizaciones. Sacaron a la calle a mucha gente que a menudo no era
política.
Riley: ¿Indica eso que, durante los últimos 30 años,
el "síndrome" de Vietnam" ha seguido siendo una fuerza poderosa?
Ali: La razón por la que es una fuerza semejante es que el pueblo
vietnamita infligió una derrota a EE.UU. Cincuenta mil soldados de
EE.UU. murieron en esa guerra. Los estadounidenses no pudieron mantener su
control sobre ese país y fueron obligados a retirarse como resultado
de la combinación de los éxitos militares vietnamitas y el
hecho que el movimiento contra la guerra había alcanzado al propio
ejército de EE.UU. Soldados opuestos a la guerra organizaron grandes
manifestaciones ante el Pentágono y esto les puso los pelos de punta.
Riley: ¿Cómo evalúa usted el debilitamiento del movimiento
contra la guerra en el período después de la invasión
de Irak?
Ali: Considero que la gente creyó realmente que podría
detener la guerra. Y cuando descubrió que no podía, muchas
personas se desmoralizaron. Muchos me han dicho: "¿ Qué sentido
tiene manifestar si nada cambia como resultado?" Traté de decir amablemente:
"Miren, van a hacer esta guerra y tenemos que movilizarnos cuando la guerra
comience y una vez que continúe". Pero mucha gente consideró
que al manifestar y al salir a las calles en grandes multitudes lograrían
detener la guerra.
Riley: Si la gente decía que las tropas fueron retiradas de Vietnam
gracias al masivo movimiento contra la guerra, ¿significa que comprendieron
mal la historia de la Guerra de Vietnam?
Ali: Es un error decir que la guerra de EE.UU. contra Vietnam terminó
gracias al movimiento [occidental] contra la guerra. Sucedió porque
el pueblo vietnamita había resistido a tres grandes imperios durante
mucho, mucho, tiempo y todos conocían la historia de esa lucha. En
parte, fue terminada por el movimiento contra la guerra, pero fue lo que
hizo que ocurriera el movimiento contra la guerra- después de todo
no existía como un gran movimiento hasta que el pueblo vietnamita
comenzó a lograr grandes victorias contra las fuerzas de EE.UU. Lo
que hizo que el movimiento contra la guerra adquiriera esa gran dimensión,
fue que muchos en EE.UU. comprendieron que no se podía ganar la guerra.
Pienso que existe desmoralización, pero no pienso que la gente
debería desmoralizarse. La guerra no va bien para Washington. La administración
de EE.UU. pensaba que capturaría Irak y que todos en ese país
les daría la bienvenida. No ha sucedido. Existe un movimiento de resistencia
y no está formado sólo por restos del Partido Baaz. Hay mucha
otra gente que también está resistiendo a la ocupación.
La única gente capaz de detener la ocupación dirigida por
EE.UU. es la que resiste en la región.
Si esa resistencia continúa, creo que EE.UU. va a modificar su
táctica, probablemente llevando mercenarios con cascos azules de las
Naciones Unidas para que les regenten Irak. Para EE.UU., lo principal en
Irak es imponer la privatización del petróleo de Irak, lograr
la liberalización de la economía iraquí e introducir
a las grandes corporaciones de EE.UU. No les importa demasiado cómo
se maneje el país, mientras se mantenga ese tipo de estructura económica.
Riley: Parece que el movimiento contra la guerra ha llevado a una crisis
en el Partido Laborista británico. ¿Qué impacto ha tenido
el movimiento contra la guerra en la socialdemocracia en Gran Bretaña
y, en particular, en la posición política y los puntos de vista
de la población?
Ali: El tamaño y la escala del movimiento impresionó a
todos, incluso al Partido Laborista, y dio a muchos parlamentarios laboristas
el coraje necesario para oponerse a la guerra. Por eso el primer ministro
Tony Blair comenzó a utilizar más y más mentiras. Incluso
varios parlamentarios blairistas han dicho que hubieran votado contra la
guerra de haber sabido que Blair estaba mintiendo sobre las armas de destrucción
masiva de Bagdad. Pienso que si otros 10 parlamentarios laboristas hubiesen
votado contra Blair respecto a la guerra, sólo hubiera podido permanecer
en el poder con votos del partido conservador.
Desde ese punto de vista, el movimiento contra la guerra fue efectivo.
Pero también hay que comprender que la clase gobernante británica
estaba dividida en lo que se refiere a este asunto. La mitad de las agencias
de inteligencia no estaba convencida de [la necesidad de participar en la
guerra]. Los propios militares no estaban particularmente convencidos. La
sensación que acompañó a la muerte de David Kelly, el
científico, es parte integral de esa situación.
Kelly dijo a la BBC que el gobierno había exagerado extremadamente
la amenaza. Por eso el gobierno quiso castigarlo y lo llevó a la muerte.
Es así de simple. Así que había una división
respecto a la guerra que no se limitaba al movimiento contra la guerra, sino
que también llegaba más arriba, a varios sectores de la sociedad
británica y eso es lo que está creando la gran crisis del gobierno
de Blair.
Riley: ¿Se está convirtiendo Irak en un "atolladero" para
EE.UU.?
Ali: Acabo de terminar un libro sobre la historia de Irak, "Bush en Babilonia",
que debería aparecer en septiembre. Mi tesis es que la administración
del presidente de EE.UU., George Bush, cometió un grave error en Irak.
Washington creyó que iba a ser como en Kosovo en los años 90,
que los soldados de EE.UU. serían bienvenidos por sectores de la población
iraquí.
Fuera de los traidores quislings, nadie les dio la bienvenida. Incluso
personas que odiaban a Husein no querían la ocupación y la
detestaban. Así que los gobiernos de EE.UU. y Gran Bretaña
se enfrentan a un problema muy real.
Acaba de haber grandes manifestaciones de protesta en Basora, en el sur
de Irak, y los británicos han tenido que disparar balas de caucho,
tal como lo hicieron en Irlanda. Las tropas de EE.UU. disparan balas de guerra,
pero los británicos utilizan balas de caucho. Saben qué hacer
porque son colonialistas con más experiencia.
La resistencia atrae gente de todo el mundo árabe.
Se han organizado unos 20 grupos diferentes de resistencia. El Partido
Comunista Iraquí no es uno de ellos - está colaborando con
el Consejo de Gobierno quisling. Hay pequeños grupos izquierdistas,
hay numerosos grupos religiosos y muchos grupos no- religiosos - ninguno
de ellos quiere la ocupación. Cuando existe ese grado de hostilidad
significa un verdadero problema para las potencias ocupantes.
Hubo algunos traidores quislings que pensaron que la ocupación
sería algo como en Japón o en Alemania después de la
II Guerra Mundial - cuando EE.UU. reconstruyó esos países.
No hay señal alguna de que ocurra algo parecido en Irak. Lo que olvidó
esa gente es que la razón por la que Japón y Alemania tenían
que ser reconstruidos fue la "amenaza comunista", por la existencia de la
Unión Soviética. Ahora, Washington no se siente amenazado.
Estamos viendo al imperialismo en la época de la economía
neoliberal y del "consenso de Washington". ¿Por qué reconstruir
hospitales y recrear el servicio estatal de salud en Irak, si los están
desmantelando en su propio país? Tienen un grave problema ideológico
y financiero y por eso están utilizando a las corporaciones.
Riley: ¿Qué sugiere la experiencia de Irak para el futuro
de la política exterior de EE.UU.?
Ali: Considero que Washington ha comprendido que la operación
de Irak no ha sido un éxito. La pandilla de Bush no lo admitirá,
pero lo saben. Históricamente, el imperio de EE.UU. ha preferido controlar
el mundo indirectamente, no directamente. Trata de encontrar gobiernos que
hagan su trabajo, no les interesa si han sido elegidos o si son dictaduras
militares, como las que han gobernado en América Latina y en grandes
partes de Asia.
Washington quisiera volver a esa situación, pero ahora el criterio
esencial para el apoyo de EE.UU. es si esos regímenes imponen una
economía neoliberal y abren el país a la economía de
mercado. Así que abandonaron a Milosevic y a Husein porque no cooperaban
en ese sentido. Birmania es otro país en su lista, no porque sea un
régimen militar -después de todo cooperan interminablemente
con un régimen militar en Pakistán - sino porque no se abre
a las compañías extranjeras.
Riley: Algunos sugieren que EE.UU. busca otro objetivo militar. ¿Piensa
usted que sea posible?
Ali: Los ojos de Washington están fijos en Irán. Pero si
actúa contra Irán, creará una nueva resistencia. Los
clérigos son tan odiados en Irán - sorprendentemente habría
más gente dando la bienvenida a las tropas de EE.UU. de lo que hubo
en Irak - pero a pesar de ello sería un lío y no pan comido.
Y, de nuevo, incitarán el nacionalismo iranio.
No atacarán a Corea del Norte, precisamente porque Corea del Norte
tiene armas de destrucción masiva. Han dicho que si son atacados las
utilizarán. Puede ser un bluff, pero tiene efecto. El régimen
chino no aceptaría una intervención de EE.UU. en Corea del
Norte y trataría de impedirla, porque llevaría tropas de EE.UU.
hasta sus propias fronteras.
Riley: ¿Cómo evalúa usted el futuro de la ONU?
Ali: Naciones Unidas es irrelevante en el sentido de que no se puede
esperar que haga algo contra los deseos de EE.UU. Para lo que se utilizará
a esa organización es para arreglar el entuerto del imperio. Participarán,
tratarán de solucionar el desaguisado y disimularán la situación.
Kofi Annan se pondrá de pie y murmurará algunas dulces estupideces
y la gente dirá: "Qué bien, por lo menos es un paso adelante.
Naciones Unidas están allí. Los estadounidenses se fueron".
La ONU es un instrumento de la política exterior de EE.UU.; cuando
Washington no puede utilizarla de ese modo, usa alguna otra cosa. Pero hay
una cosa que la ONU no hará, no será un instrumento que se
oponga a la política de EE.UU.
28 de agosto de 2003
*Tariq Ali es un editor de New Left Review y autor de "El choque de los
fundamentalismos" y del próximo "Bush en Babilonia".
Tariq Ali habló con DAVE RILEY de Socialist Alliance en Brisbane
el 13 de agosto. La entrevista apareció originalmente en Green Left
Weekly.
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RaceandHistory.com The Planet is called
"Juyá" and not "Wayú" Published in Raceandhistory.com - Indexed on Aug 24, 2003 Relevance: The Planet is called "Juyá" and not "Wayú" Posted: Monday, August 18, 2003 How to transcend the spatial-temporal Chains of Illusion, the Global Positioning System By Franz J. T. Lee "The winning weapon of the American assault on Iraq, like that of World War II, depended on a technology first imagined by Einstein, with some help from Poincare. Not nuclear weapons of mass destruction, but the Global Positioning System, by which the four dimensions of space-time can be so precisely measured as to direct a bomb or a soldier to within 50 feet of any spot on earth." (WILLIAM R. |
US launches military offensive to crush
growing Afghan opposition
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In reply to a sharply rising level of guerrilla attacks, US and Afghan forces launched large-scale operations on Monday against armed opposition militia in the south east of Afghanistan. The attacks and the repressive response underscore the growing hostility and resistance to the US-led military occupation of the country and its client regime in Kabul.
US Special Forces soldiers and hundreds of Afghan troops, backed by massive US air support, have been sweeping mountainous areas of Zabul province where between 600 and 1,000 Taliban fighters were said to be entrenched. The operation began on Monday with the bombardment of an alleged Taliban camp using A-10 gunships, F-16s and AV-8B Harrier attack jets, which killed at least 14 people according to a US military spokesman.
Codenamed “Operation Warrior Sweep”, the offensive has continued throughout the week. Air attacks have been followed by ground operations involving house-to-house searches of villages in the Dai Chupan district. Local police chief Juman Khan announced on Monday that 40 people had been detained, but cautioned that he had no idea how many of those were innocent civilians.
Provincial intelligence chief Khalil Hotak announced on Wednesday that US and Afghan forces had retaken control of the key Moray Pass after heavy fighting. He claimed that at least a dozen Taliban had been killed, bringing the total to 70. At least three Afghan soldiers have lost their lives. More fierce fighting took place yesterday, with an Afghan colonel claiming that a further 40 Taliban had been killed.
In another operation in neighbouring Paktika province, about 600 US and Afghan troops, backed by helicopter gunships, were engaged in extensive house-to-house searches in the Urgun district. According to Afghan officials, by Monday at least 80 people had been detained in the raids.
There is no independent confirmation of claims by the US and Afghan military of who exactly is being killed and detained. But if the Taliban, allied militia or other opposition groups have managed to gather in their hundreds, entrench themselves in mountain strongholds and build training camps, it is a sign of mounting opposition, particularly among the country’s majority Pashtuns in the south and east of Afghanistan.
While media attention has been focused on Iraq, Afghanistan is also becoming a quagmire for the US military. After nearly two years of sustained operations, a US-led force of some 12,500 largely American troops, working with Afghan soldiers and allied militia, has failed to pacify the country. Far from destroying “Al Qaeda and Taliban remnants,” the US military operations, each of which have reaped a toll of civilian deaths and arbitrary detentions, have only engendered greater resistance.
Small-scale attacks on Afghan troops, US-bases and other government targets have regularly taken place. But in recent weeks, these have escalated in both scope and intensity. The US-led operations in Paktika and Zabul are in reprisal for a series of ambushes and attacks in these provinces over the past fortnight, including:
* Two large attacks on police stations in Paktika province took place on August 17. In the first, more than 200 militia fighters overran a police post in Barmal district, killing eight police officers including the district police chief. Later in the day, another large force numbering several hundred set fire to a police station in the border village of Tarway and kidnapped four officers.
* The following day, anti-government fighters attacked and killed Abdul Khaliq, the police chief of Logar province and several other senior police officers. The group was returning from a family funeral when their vehicles came under rocket attack.
* Last Friday, a three-hour battle between government soldiers and rebels erupted in neighbouring Uruzgan province. Four soldiers and two opposition militiamen died in the bitter fighting. Afghan officials claimed the militia group was based in the Dai Chupan district of Zabul province. The next day, at least five government soldiers died in an ambush in the Dai Chupan area.
US and Afghan officials regularly blame Pakistan for the attacks, claiming that it has not done enough to prevent militia groups crossing into Afghanistan. But the real source of the resistance lies in the discontent and opposition that has been bred inside Afghanistan by the activities of the US military and its allies.
Since the ousting of the Taliban in late 2001, the vast majority of Afghans have seen no improvement either in their living standards or respect for their basic democratic rights. Outside the capital, the country has been carved up between local warlords and militia leaders, who operate with the sanction of Kabul and the US military. These petty despots are often engaged in smuggling, drug running and extortion and do not hesitate to use the most brutal methods to maintain their rule.
In a bid to bolster its position in Afghanistan, the Bush administration is poised to announce a doubling of reconstruction aid—from the present $900 million to around $1.8 billion. While the package is yet to be announced, Washington’s aid coordinator for Afghanistan, William Taylor told to the media: “What we’re trying to do is to focus attention, people, resources on Afghanistan, and we’re looking for ways to do that.”
Even if the aid is increased, it will be a pittance compared to what is required to provide basic services. Many Afghans still lack access to electricity, water, transport, health care, education and, in some cases, adequate food supplies. A recent Rand Corporation report comparing so-called peacekeeping operations found that per capita financial assistance to Afghanistan had been just $54 in the first two years as compared to $1,390 in Bosnia and $814 in Kosovo over a comparable period.
Washington’s priorities have nothing to do with ending the widespread poverty in Afghanistan. About half of the new US aid is to go towards training more police officers and doubling the size of the national army from 5,000 to 10,000 soldiers. Much of the rest is to go toward high-profile projects such as roads and power plants, which are aimed at establishing the infrastructure for foreign investment.
The Bush administration plans to bolster the US presence by assigning an additional 70 staff to its embassy staff in Kabul and sending four more military reconstruction teams to key provincial towns. The American and British military already have four teams in place, setting up local administration, police and court systems and carrying out small-scale construction projects in a bid to win local support.
A number of the new US officials in Kabul are to be assigned to government departments. But there are already concerns that these “advisers” and “hearts and minds” teams will simply provoke further opposition, recalling similar ultimately futile efforts by Soviet authorities during their military occupation in the 1980s. A New York Times report cautiously noted that American officials were pledging that the new advisers would not resemble the “shadow ministers” that Moscow installed in Kabul.
The small increase in financial assistance is a crude attempt to shore up, at least temporarily, Washington’s puppet in Kabul—President Hamid Karzai. Currently Karzai’s writ does not extend beyond the capital where he is defended by US bodyguards and the 5,000-strong International Security Assistance Force, which was recently transferred from UN to NATO command. Any undermining of Karzai, who is due to face national elections next year, would be a political blow to Washington.
The efforts to shore up the US position in Afghanistan are also being undertaken with another election in mind. The last thing that Bush’s political advisers want is for a worsening situation in Afghanistan, alongside that in Iraq, to become a major issue in the lead-up to next year’s presidential poll.
http://www.wsws.org/articles/2003/aug2003/afgh-a29.shtml