Franz J.T. Lee, mayo de 2007
El Concepto de la Alienación en la Filosofía de Karl Marx
En cuanto al
excelente artículo de Vladimir Acosta "Reflexión
útil para la construcción del socialismo del siglo XXI:
Diferencia entre opinión y dogma", publicado por Aporrea
el 22 de abril de 2007, y a la discusión actual sobre este
tema, es menester subrayar la práxis y teoría
socialista de Karl Marx sobre la alienación religiosa en
particular y sobre la enajenación social en general.
(Véase:
http://vocerobolivariano.blogspot.com/2007/04/reflexin-til-para-
la-construcción-del.html)
Meses
antes, el 26 de enero de 2007, hemos tratado de explicar lo que
realmente es el socialismo científico filosófico como
negación dialéctica del capitalismo como modo de
producción real y existente; en este contexto hemos tocado el
tema delicado ideológico de la religión de la manera
siguiente:
Empecemos este tema con la observación de
que todos los estudios de Marx, bien sea en el ámbito
económico, político o psico-social, tienen un mismo
objetivo, que no es otro sino el de romper todas las cadenas que
convierten el ser humano en un ser alienado, despreciable y
oprimido.
(Véase el original:
http://www.aporrea.org/ideologia/a29907.html )
El fin último
y norte a seguir es, para Marx, la "emancipación humana".
Lo que entiende bajo este término lo manifiesta en su escrito
sobre “La cuestión Judía”, del año
1843:
“Toda emancipación es reducir el universo
humano con todas sus relaciones, al ser humano mismo. ... Sólo
cuando el ser humano real, individual logre superar el ciudadano
abstracto y regresarlo a sí mismo, y sólo cuando, como
ser humano individual que es, con su vida empírica, su trabajo
individual y sus relaciones individuales, haya logrado convertirse en
un ser genérico, sólo cuando el ser humano haya
reconocido sus propias fuerzas como fuerzas sociales y las haya
organizado como tales, y luego no siga separando de sí la
fuerza social en forma del poder político, sólo
entonces se habrá realizado la emancipación
humana”.
El opuesto de la emancipación, según
Marx, es la alienación. Para poder entender el contenido de
este concepto tal y como Marx lo comprendió, tenemos que
mencionar brevemente el concepto hegeliano de la alienación o
enajenación. Recordemos, que Marx y Engels “enderezaron”
la grandiosa cosmovisión idealista del famoso filósofo
alemán G.W.F. Hegel, “colocándola sobre sus
píes”, además de “rescatar” el método
dialéctico hegeliano para su propio materialismo
histórico-dialéctico. En este orden de ideas cabe
señalar que Hegel comprendió la historia humana como la
historia del desarrollo de la razón, a la cual consideró
como el verdadero sujeto activo de la historia, como la manifestación
más alta del „espíritu del mundo“. Para
Hegel, la dialéctica es la „actividad intelectual“
de la propia razón, mediante la cual ésta se
auto-produce a sí misma a lo largo de la historia en formas
cada vez más perfectas. Mientras para Hegel la historia humana
es historia de la razón abstracta, para Marx es historia del
ser humano concreto, entendido como conjunto de sus relaciones
sociales, esto es, como ser social. Para Marx, la dialéctica
es la actividad física-real del ser humano como ser genérico,
en otras palabras el trabajo, mediante el cual la especie humana se
auto-produce a sí misma a lo largo de la historia en formas de
organización social cada vez más complejas.
Desde
el punto de vista estrictamente metodológico, tanto para Hegel
como para Marx la “enajenación” es un elemento
inherente a la dialéctica y fundamenta, como “negación”
o “negatividad metodológica”, el movimiento y la
contradicción. Dialéctica es así comprendida
como un auto-movimiento gracias a la actuación de su negación.
Dentro de la cosmovisión idealista de Hegel, cada enajenación
es una objetivación o alienación de la conciencia, de
la razón, producto de su actividad intelectual. Dentro de la
cosmovisión materialista de Marx, cada enajenación es
una objetivación del ser humano, del ser social, producto de
su actividad física, de su trabajo. Ambos, Hegel y Marx,
sugieren que la “re-apropiación“ de dicha
objetivación es equivalente a su superación, una
especie de “reencuentro” o “re-unión”
mediante la cual queda eliminada la alienación.
No
obstante esta coincidencia metodológica, Marx critica de
manera contundente el concepto de la alienación de Hegel por
cuanto queda limitado al ámbito de lo abstracto, de la
autoconciencia, que es sinónimo de la razón. En su
“Crítica a la Filosofía y Dialéctica
Hegeliana como tal”, Marx dice lo siguiente: "Hegel
equipara la naturaleza humana, el ser humano, con la autoconciencia.
Por ende, toda alienación de la naturaleza humana no es sino
la alienación de la autoconciencia. La alienación de la
autoconciencia no es concebida como la expresión, dentro del
conocimiento y del pensar, de la alienación real de la
naturaleza humana.”
En cuanto a la diferencia entre su
propio método dialéctico y el método dialéctico
hegeliano, Marx la describe de la manera siguiente en su epílogo
a la segunda edición del primer tomo de „El
Capital“:
„Mi método dialéctico,
según su fundamento, no sólo se diferencia del método
hegeliano, sino resulta ser el preciso opuesto. Para Hegel, el
demiurgo de la realidad es el proceso de pensar, al que convierte en
un sujeto autónomo bajo el concepto de la „idea“,
siendo la realidad tan sólo su apariencia externa. En mi caso
es al revés, la idea no es otra cosa que la realidad material,
transformada y traducida dentro de la cabeza humana.”
Regresando
al concepto de la alienación cabe señalar, que Marx lo
desarrolla en sus Manuscritos Económicos-Filosóficos
del año 1844, partiendo precisamente de la alienación
real del ser humano. En estos manuscritos, Marx le da un contenido
socio-económico al concepto de la alienación, al
señalar, que la alienación y deshumanización de
la sociedad se debe al trabajo alienado. Por ende, Marx concibe las
relaciones humanas como relaciones alienadas de una sociedad basada
en el intercambio, en la cual el trabajo ha sido degradado a un mero
medio para la subsistencia. En este contexto Marx observa, que en la
medida en que se multiplica y diversifica la producción social
y con ella las necesidades humanas, el trabajo de los productores
adquiere cada vez más un carácter de mero medio de
subsistencia y pierde su significado originario como actividad vital,
en el sentido más amplio de la palabra.
Ya no importa
la relación que existe entre el trabajo del productor y su
producto final, sus medios de producción y la satisfacción
de sus necesidades; ya no importa si el productor realiza sus
capacidades físicas e intelectuales de una manera integral en
el trabajo; ya no importa, si el productor siente satisfacción
y goce por su trabajo. Lo que importa es la apropiación del
sobre-producto por una minoría de propietarios de los medios
de producción, a expensas de la mayoría de los
productores. Es así como Marx comprende el modo de producción
capitalista como la culminación de un proceso histórico,
a lo largo del cual se ha desarrollado la propiedad privada de los
medios de producción y la progresiva separación de los
productores de sus herramientas y productos del trabajo, hasta perder
todo vínculo con estos últimos. Esto es lo que Marx
llama la alienación total del trabajo, el punto máximo
de tergiversación de las relaciones sociales, que no son otra
cosa que las relaciones de producción de la sociedad.
Debido
a la alienación del trabajo, que no es sino la alienación
de la actividad vital del ser humano y por ende la alienación
de su propia vida, el ser humano pierde la relación consigo
mismo como ser social, como ser genérico y como actor
consciente de su propio destino, de la historia. En el capitalismo y
según Marx, esto vale tanto para la clase de los propietarios
de los medios de producción, como para la clase de los
productores, o sea, los trabajadores. El fin último de la
producción capitalista, la producción de ganancias,
hace literalmente desaparecer al productor. La relación entre
capital y trabajo convierte a cada cosa y a cada ser humano en una
mercancía, carente de conciencia e impotente ante la historia.
Es por esto que Marx habla de la “pre-historia” cuando se
refiere a los modos de producción hasta ahora surgidos, porque
sólo con la des-alienación del trabajo el ser humano
podrá hacer su historia conscientemente.
Resumimos: El
concepto de la alienación en la cosmovisión de Marx es
un concepto eminentemente económico, ya que identifica el
trabajo alienado como problema principal del cual padece la
humanidad. Recordemos, que el concepto del trabajo es central en la
filosofía de Marx, quien lo concibe como la actividad más
importante del ser humano, como actividad vital per se, esto quiere
decir, que en y mediante el trabajo el ser humano expresa su vida; en
y mediante el trabajo, el ser humano se auto-produce a sí
mismo. A lo largo de la historia, esta “expresión
vital”, este fin-en-sí-mismo, se convierte en un mero
medio de vida, en un mero medio de subsistencia, en trabajo alienado.
El trabajo alienado es la negación de la esencia humana y se
refleja también en diferentes formas de la alienación
ideológica.
Alienación religiosa
Como
hemos visto, el concepto de la alienación es decisivo en el
pensamiento de Marx, quien identificó el trabajo alienado como
la alienación fundamental del ser humano. Cabe destacar que el
punto de partida del desarrollo del concepto de la alienación
en la cosmovisión de Marx fue la crítica a la religión,
sin la cual no se puede emprender ninguna crítica seria y
razonable de la sociedad en cualquiera de sus otros aspectos.
En
1841, Ludwig Feuerbach publica su obra „La Esencia del
Cristianismo“, en la cual demuestra en base de la propia
Biblia, que es el ser humano, quien ha creado Dios a su imagen y
semejanza, y no al revés. A lo largo de su argumentación,
Feuerbach demuestra además que la teología se resuelve
en antropología, en otras palabras, que Dios se resuelve en el
ser humano - la verdadera raíz y razón de ser de todo
lo divino. Feuerbach destaca que el ser humano proyecta lo mejor de
sí en un “dios” para luego dejarse subyugar y
dominar por esta su propia auto-proyección, fenómeno
que Feuerbach identifica como alienación.
Marx parte de
la explicación Feuerbachiana, pero va más allá
al preguntar por qué la religión juega semejante papel
en la vida humana. Llega a la conclusión que la alienación
en su apariencia religiosa es, a su vez, expresión de una
alienación mucho más fundamental. En su Crítica
de la Filosofía del Derecho de Hegel, escrita en el año
1843, Marx dice:
“El fundamento de la crítica
irreligiosa es: el hombre hace la religión, la religión
no hace al hombre. Y ciertamente la religión es conciencia de
sí y de la propia dignidad, como las puede tener el hombre que
todavía no se ha ganado a sí mismo o bien ya se ha
vuelto a perder. Pero el hombre no es un ser abstracto, agazapado
fuera del mundo. El hombre es su propio mundo, Estado, sociedad;
Estado y sociedad, que producen la religión, [como] conciencia
tergiversada del mundo, porque ellos son un mundo al revés. La
religión es la teoría universal de este mundo, su
compendio enciclopédico, su lógica popularizada, su
pundonor espiritualista, su entusiasmo, su sanción moral, su
complemento de solemnidad, la razón general que la consuela y
justifica. Es la realización fantástica del ser humano,
puesto que el ser humano carece de verdadera realidad. Por tanto, la
lucha contra la religión es indirectamente una lucha contra
ese mundo al que le da su aroma espiritual.”
Aquí
Marx indica que la religión no es sino una expresión de
la miseria humana y que por ende cubre una necesidad real del ser
humano por cuanto éste se siente impotente y desconsolado ante
un mundo de penuria que necesita justificación. De manera
mucho más explícita, Marx sigue en su
argumentación:
“La miseria religiosa es a un
tiempo expresión de la miseria real y protesta contra la
miseria real. La religión es el suspiro de la criatura
oprimida, el sentimiento de un mundo sin corazón y el espíritu
de un estado de cosas embrutecido. Es el opio del pueblo. La
superación de la religión como felicidad ilusoria del
pueblo es la exigencia de que éste sea realmente feliz. La
exigencia de que el pueblo se deje de ilusiones es la exigencia de
que abandone un estado de cosas que las requiere. La crítica
de la religión es ya, por tanto, implícitamente la
crítica del valle de lágrimas, santificado por la
religión.”
Si se lee y conoce la cita entera, las
famosas palabras de Marx sobre la religión que siempre se
citan de manera descontextualizada y donde sólo se llega a
mencionar la parte del “opio del pueblo”, adquieren un
significado mucho más profundo. Son, en primer lugar una
acusación de las circunstancias objetivas, sociales y
económicas del mundo real y concreto, lleno de penuria y
miseria y convertido en un valle de lágrimas, que sólo
puede ser aguantado con el consuelo ilusorio que le brinda a los
oprimidos la religión. Marx, a través de la crítica
de la religión, le hace un llamado enfático a esta
criatura oprimida por desilusionarse, romper las verdaderas cadenas
terrenales que la atan a su ilusión y empezar a girar sobre su
propio eje para tomar su destino en sus propias manos:
“La
crítica le ha quitado a la cadena sus imaginarias flores, no
para que el hombre la lleve sin fantasía ni consuelo, sino
para que arroje la cadena y tome la verdadera flor. La crítica
de la religión desengaña al hombre, para que piense,
actúe, dé forma a su realidad como un hombre
desengañado, que entra en razón; para que gire en torno
de sí mismo y por tanto en torno a su sol real. La religión
no es más que el sol ilusorio, pues se mueve alrededor del
hombre hasta que éste se empiece a mover alrededor de sí
mismo.”
Finalmente y reconectando con la antropología
de Ludwig Feuerbach, Marx enfatiza el sentido y el fin último
de la crítica de la religión:
“La crítica
de la religión termina con el reconocimiento de que el hombre
es el ser supremo para el hombre, esto es, con el imperativo
categórico de acabar con todas las condiciones que han
reducido al hombre a un ser deshonrado, esclavizado, abandonado y
despreciable.”
Por eso mismo, la crítica de la
religión es la conditio sine qua non de cualquier crítica
de la sociedad en sus diversos aspectos, y entonces, una vez más
en palabras de Marx, “la crítica del cielo se transforma
así en crítica de la tierra, la crítica de la
religión en crítica del Derecho, la crítica de
la teología en crítica de la política.”
Superación
de la Alienación
Transformando la crítica del
cielo (religión) en crítica de la tierra (sociedad),
Marx hizo un seguimiento histórico a las diferentes
apariencias de la alienación fundamental, que es, como hemos
dicho, el trabajo alienado. En este contexto surge otro concepto
clave de la cosmovisión de Marx, que es el de la división
del trabajo. La división del trabajo, cada vez más
refinada, es equivalente a la disminución progresiva de las
capacidades y habilidades de los productores. Por ejemplo, el
artesano de la manufactura, quien ya no es poseedor del producto de
su trabajo por ser subsumido bajo la dominación formal del
capital manufacturero, sigue manteniendo su cualidad como productor
capacitado y universalizado, quiere decir, conocedor y ejecutor de
todos los procedimientos intermedios que son necesarios para la
elaboración del producto final. En contraste, el trabajador de
la fábrica moderna no es ni poseedor del producto de su
trabajo, ni conocedor o ejecutor de todos los pasos necesarios para
elaborar el producto final. El trabajador de la fábrica
moderna es equiparable a una pieza más de maquinaria, en un
proceso productivo altamente automatizado. Y es precisamente aquí
donde la alienación del trabajo alcanza su máximo
grado, reduciendo al productor a un autómata idiotizado.
La
progresiva división del trabajo, deshumanizante y alienante,
ha sido identificada por Marx como una tendencia inevitable del modo
de producción capitalista. La superación de la división
del trabajo y de la propiedad privada de los medios de producción
-los dos “culpables“ de la alienación- es, por
ende, equivalente a la superación del trabajo alienado, de la
alienación. La superación de la alienación lleva
a la auto-realización del individuo en y mediante su actividad
vital, que ya no es “trabajo”, sino arte, felicidad,
reencuentro consigo mismo, encanto y esfuerzo al mismo tiempo. Es así
como Marx afirma en “La Ideología Alemana” de los
años 1845/46:
“Finalmente, la nueva cosmovisión
nos lleva a las siguientes conclusiones: ... que hasta ahora, ninguna
revolución ha tocado el modo de trabajo como tal y que sólo
se ha tocado la redistribución de este trabajo entre personas
diferentes, mientras que la revolución comunista se dirige en
contra del modo de trabajo como tal, como ha existido hasta ahora,
elimina el trabajo y supera el dominio de todas las clases con la
eliminación de éstas.”
Aquí se
puede apreciar de nuevo que el trabajo es una categoría
central en la cosmovisión de Marx, en su antropología,
sociología y hasta psicología. La auto-realización
del ser humano, como ser individual y ser genérico, se efectúa
en y mediante su actividad vital creativa, el opuesto del trabajo
alienado. Trabajo alienado es medio para la sustentación de la
vida, mientras que actividad vital creativa, es vida per se. Trabajo
alienado es trabajo forzado, en contra de la voluntad y de la
conciencia del individuo, cercena sus capacidades y facultades y lo
aisla de los demás miembros de la sociedad. Al contrario, la
actividad vital creativa es expresión voluntaria y consciente
de la vida misma del individuo, es fin-en-sí-mismo, amplía
las capacidades y facultades humanas al máximo y conecta el
individuo con los demás miembros de la sociedad.